lunes, 25 de mayo de 2015

De trekking por los alrededores de Sucre. (II); Potolo.


La primera noche que pasamos en la aldea de Marawa fue de lo más placentera.
En una cabaña para nosotros solos, nos acabamos durmiendo pronto, con el único ruido del viento y algunos animales que por allí rondaban.
Pudimos dormir y descansar lo que necesitábamos después de un largo día caminando.

Tras un desayuno en familia, nos dispusimos a retomar el camino y seguir descubriendo tan bonito paisaje boliviano.

Comenzamos subiendo una de las laderas de lo que llaman el crater, el cual rodea a la aldea.
Cada uno a su paso, ibamos llegando a la cima para contemplar tan extenso y maravilloso paisaje.







Continuamos por caminos que nos hacían descubrir paisajes como recién salidos de la paleta de un pintor. Llenos de colores y degradados en grandes zonas de desnivel.
Y secos campos de cultivo junto a casas desperdigadas por esas inmensidades de terreno.
(Qué tipo de vida tan diferente la de éstos habitantes con respecto a la nuestra, me paraba a pensar...).







Fue en una de éstas casas, perdidas en medio de la absoluta NADA, donde hicimos nuestra parada para comer. La pena fue no compartir mesa con los 3 habitantes de la casa. Una pareja y su hijo. (Visiblemente mayores de aspecto, pero me apuesto que relativamente jóvenes viendo la edad del niño.)
Con el niño pudimos jugar un buen rato al balón y viéndole la cara se lo debió pasar de miedo jugando con nosotros a la pelota.
El hombre por su parte arrebató el ukelele a nuestro amigo kiwi y nos deleitó con un breve ejemplo de música local. (Una pena no haber grabado una pizca de aquella buena música).


La casa donde paramos a comer, con el horno de adobe en primer plano.

Las vistas desde la casa.

La sonriente casera y su tímido hijo.


Después de tan agradable sobremesa nos pusimos de nuevo en ruta, para después de un par de horas más de caminata, ver uno de los platos fuertes del recorrido. Las huellas de dinosaurios.
Qué impresión nos dio a todos ver algo tan... espectacular.
Huellas de hace 80 millones de años a nuestros pies!!







Se dice que no fue aquí exactamente donde vivieron estos mastodónticos animales, pero que por medio de las placas tectónicas, estas prueba de su paso por la historia de nuestro planeta, habían llegado hasta aquí.

Dejamos tan espléndido y místico lugar y continuamos por los caminos que nos iban señalando las simpáticas guías.
Seguíamos pasando campos de cultivo prácticamente secos y viendo escenas de la vida cotidiana. Familias de agricultores trabajando de sol a sol con herramientas y procedimientos de dos siglos atrás. Así es la vida de esta gente.









Largas extendiones de tierra seca, montaña tras montaña... Hasta que llegábamos a las inmediaciones del pueblo donde pasaríamos nuestra segunda noche; Potolo.
Cuanto más nos acercábamos al pueblo, más verde eran sus campos y su vegetación. Daba gusto ver algo más de vida por estos lares.









Llegamos a las cabañas y de nuevo otra agradable sorpresa ya que eran muy parecidas a las del primer día en Marawa.
En esta ocasión compartimos cabaña con nuestros compañeros neocelandeses.

Tras dejar las mochilas en la habitación nos fuimos a recorrer el pueblo.

A primera vista se notaba que se había invertido más dinero que en Marawa.
Tenían una plaza con una escultura central de 2 héroes campesinos a favor de la lucha del pueblo Quechua y la cultura Jalq´a. Tenían hasta un museo de la cultura local, con trajes típicos y otro de plantas medicinales que aun hoy muchas de ellas siguen sirviendo como antídoto a numerosas dolencias.


Uno de los numerosos carteles explicativos sobre las plantas.


Breve, aunque interesante parada para ver el pueblo y el quehacer de sus pocos habitantes (en especial niños, jugando a juegos olvidados ya por la mayoría de nosotros).


Niños jugando a la puerta de casa.

Atardecer en la Iglesia del pueblo de Potolo.


Llegada la noche y con una chimenea como la que teníamos sólo se nos ocurría hacer un gran fuego para charlar (y disfrutar de una botella de vino que pudimos comprar en el pueblo) ante el embrujo de las llamas. Algo que llamó la atención al resto de compañeros quienes se apuntaron hasta la hora de la cena.

Otra noche con buena cena vegetariana, buena compañía y merecido descanso.

Al día siguiente salimos de las cabañas hacia la plaza del pueblo para coger el bus que nos llevaría hasta el mismo Sucre, pero venía tan lleno de gente que nos fue imposible montar, por lo que la otra opción era ir en camión (otro de los transportes comunes por estas tierras). Tras casi 2 horas de espera, pudimos por fin salir de Potolo finalmente con otro bus.


Dejando las cabañas a la mañana.

Los pocos habitantes nos miraban extrañados...

El camión como transporte.

Niños antes de entrar al colegio.



Grandes paisajes los que vimos desde la ventanilla, no apto para gente con vértigo por los acantilados que dejábamos a los costados.


Preciosos paisajes donde quiera que miráramos.

Empezábamos la ascensión. (Ninguna diferencia aparente con Nepal).



En definitiva, 3 días increíbles disfrutando de la gente, de la historia, la gastronomía y la cultura local.
Nos vemos en Sucre!!


Más fotos de la jornada:








Fotos: Julen Esnal

Anterior post: De trekking por los alrededores de Sucre (I). Marawa.





domingo, 17 de mayo de 2015

De trekking por los alrededores de Sucre. (I); Marawa.


Ya teníamos ganas de sudar la camiseta literalmente y pegarnos unos cuantos kilómetros de trekking.
Reservamos la excursión con la empresa Condor Trekkings por ser una empresa sin animo de lucro, ya que parte de los beneficios de la empresa, se destinan a los pueblos y comunidades de los alrededores de Sucre.
Quedamos a las 5 de la mañana en la agencia, para salir prontito y aprovechar bien el día, ya que teníamos alrededor de unos 18 km por delante en esta primera jornada de tres días en tota
Finalmente seriamos un grupo de cinco franceses, una pareja neozelandesa y nosotros, junto con dos guías locales.

Serian las 6 de la mañana cuando ya estábamos todos preparados para salir.
Una micro nos esperaba en la puerta para llevarnos hasta la serranía de Sucre, a unos 35 km. y 3.630 msnm.
Hora y media tardamos en subir hasta la cumbre, ya que la mayoría del tiempo fue por carretera de graba.

Llegamos a la pequeña capilla de Chataquila, (antiguo adoratorio prehispánico), y lugar testigo de hechos históricos, pues allí fue asesinado el líder indígena Tomas Katari, a manos de los colonizadores españoles.

Fue allí donde, tras desayunar y despertarnos de tremendo madrugon, nos presentamos ante el grupo y nos dividimos la comida que cargaríamos y comeríamos durante los dos días siguientes.
Sabri y yo decidimos dejar prácticamente todas nuestras pertenencias en la agencia para cargar lo menos posible. Aun así, no sabemos cómo, nuestras mochilas rondaban los 8 kg. de peso.

A pocos metros de allí dimos con el primero de los atractivos de la excursión; "El camino Inca". Un sendero empedrado de más de 4 km. (Excepto alguna parte muy deteriorada, muy bien conservado en general), construido por antiguos habitantes prehispánicos, por el cual transitaban transportando sus productos en llamas.
Preciosas vistas, que no las únicas que tendríamos, las que se veían desde allí.


Empezando el camino Inca.

Partes preciosas las que tenía el camino.


Tras unas horas de caminata, empezábamos a estar hambrientos y cansados, pero las guías nos animaban a continuar un poco mas, ya que la comida la prepararían en una cascada a lo largo del recorrido. (La altitud no jugaba a nuestro favor y menos cargados como íbamos).
Pocos kilómetros más adelante, y después de una subida a pleno sol, allí de frente nos encontramos con la cascada, en una formación rocosa, cuanto menos curiosa.

El agua del pequeño embalse se veía prácticamente gris, debido a los sedimentos de la roca, pero aun así, la mitad del grupo nos metimos en el agua.
Agua fría en un principio pero perfecta para el momento.

Tras el baño, las dos guías nos habían preparado un picnic estilo vegetariano.
Unas verduras al horno, (lo único previamente preparado), queso, lechuga, espinacas, tomates, pepinos, panes, aguacates... ese seria nuestro menú diario en estos días. Nada de carne.


Lugar curioso, aunque no se aprecia el tamaño de la cascada

Asi era en realidad la cascada.. y el pic-nic.



No tardamos mucho en emprender el viaje, ya que nos quedaban otras casi cuatro horas de caminata, las cuales no se hicieron tan pesadas debido a los impresionantes paisajes que íbamos atravesando, con enormes montañas a nuestro al rededor.


Subiendo con manos y pies en uno de los tramos.

Paisajes realmente hermosos.

La cascada apenas se ve ante tal inmensidad (abajo en el centro).

Y seguiamos subiendo...

... y subiendo...

Y tramos en los que no eran fáciles de atravesar... El algun caso, me atrevería a decir que un tanto arriesgado viendo los metros de caída que había.









Al final de la caminata, sí estábamos reventados. Pero no solo de piernas, sino de espalda, por el peso de las mochilas.

Pero por fin llegamos al pueblo de Maragua, donde dormiríamos la primera noche.
Lo divisamos de lejos, desde una vista que hacía apreciar dónde se encontraba dentro de ese enorme cuadro que teníamos ante nuestros ojos. En el centro del crater nos decian que estaba. Pero era un cráter ficticio (geológico) ya que se había demostrado que no había ningún volcán debajo, sino la simple, pero enorme figura redonda que habían credo el choque de dos enormes placas tectónicas muchísimo tiempo atrás.


Puerta de entrada a la aldea con la formación rocosa al fondo.

Aldea de casas esparcidas con el "crater" rodeando al fondo.



Según nos íbamos acercando al pueblo, nos iban "asaltando" pequeños grupos de niños. Ellos con fósiles marinos encontrados por los alrededores, y ellas vendiendo bonitas pulseras de lana hechas a mano. Algunas siguiendo el modelo que tan famoso a hecho a estos pueblos de la comarca y las etnias Jalq´a. Representando figuras de animales, tan solo combinando los colores negro y rojo.

Por fin llegamos al pueblo, a eso de las 5 de la tarde. Sin duda parecía mas grande o expandido de lo que veíamos de lejos.
Nos paramos en una... "tienda" a comprar agua para el día siguiente.
La tienda en realidad, era una casa de adobe de una familia del pueblo. 
Entramos, y nos dimos cuenta de lo precario que viven por estos lares. Con suelo de arena o cocina de adobe.
En esa "habitación" vimos también uno de los famosos telares que la mujer iba haciendo poco a poco y que son tan típicos de la zona. Hasta un año pueden demorarse en terminarlo, con un tamaño de un metro de largo y 60 cm de ancho aproximadamente.


La única tienda de la aldea.

Modo de realización de un telar.


Fuera de la casa se encontraba un grupo de hombres que durante un momento me cogieron por banda sorprendidos por mi abultada barba. Así uno de ellos me cogía la mano para que tocase su cara con, literalmente cuatro pelos de barba y queriendo tocar la mía, supongo para cerciorarse que no era de pega.
Al cabo de un rato me di cuenta que no me enteraba de nada de lo que me decían, y no sólo era porque me hablaban en Quechua, sino porque llevaban una buena base de alcohol en vena que hacía que les costara mantenerse en pie.

La sorpresa de la jornada la tuvimos cuando llegamos a nuestra posada. Se suponía que dormiriamos el grupo entero compartiendo techo pero en vez de eso, nos encontramos con varias cabañas, entre ellas, una para dos personas que afortunadamente nos tocó tras un inesperado sorteo allí mismo.



Buena sorpresa tras una dura jornada.

Cocina de barro y hasta con agua de grifo!

Salón con decoración original.

Todos los muebles hechos a mano.

Salón con chimenea.


Y tras una rica cena casera de Quinua y verduras, sólo quedaba una buena sobremesa con música de ukelele... como no, de parte de nuestro compañero kiwi para terminar tan bonita jornada.


Las guias preparando la cena.

Deliciosa cena casera.


Más fotos de la jornada:
















Enanos ante la impresionante montaña.

Fotos: Julen Esnal

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De trekking por los alrededores de Sucre. (II); Potolo.